domingo, 15 de julio de 2007

Crítica: Harry Potter y la Orden del Fénix

La última entrega (que no final) de la saga del niño mago más famoso de todos los tiempos, Harry Potter y la Orden del Fénix, ya se encuentra en todos los cines. Como viene siendo habitual en todos los estrenos de esta saga, las salas se han visto abarrotadas de seguidores incondicionales y entusiastas casuales que han acudido de tropel para ver plasmadas en imágenes las palabras salidas de la mente de J.K. Rowling. Y no se irán decepcionados.

La Orden del Fénix, dirigida por David Yates, deslumbra por sus efectos especiales, su espectacular puesta en escena y, lo que es más importante, por su solidez y rotundidad como película en si misma.

Buena parte de este merito se debe a las interpretaciones. Destacan de entre el extenso reparto de la cinta una Imelda Staunton soberbia en su papel de Dolores Umbridge, un personaje al que da gusto odiar; el siempre impecable Gary Oldman como Sirius Black y Ralph Fiennes como Lord Voldemort, que aunque aparece poco en pantalla, la llena en todos y cada uno de sus planos. Daniel Radcliffe ha vuelto a cogerle el pulso a Harry, recuperándose de su poco convincente interpretación en la anterior entrega y ofreciéndonos, ahora si, un Harry tan maduro y atormentado como la situación lo requiere.

En cuanto a la ambientación del film, sólo decir que es una auténtica maravilla: Unos escenarios deslumbrantes y originales como nunca, efectos digitales de última generación y un vestuario impecable, amén de una dirección soberbia a cargo de David Yates.

En definitiva, Harry Potter y la Orden del Fénix es el blockbuster de mayor calidad en lo que llevamos de año: emocionante, divertida y muy bien hecha, esta película gustará tanto a los fans del niño mago como a los que simplemente se dejen caer por las salas en busca de un buen entretenimiento.

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