Y es que Hitman padece de un defecto de base importante: Una ausencia total de guión. Las situaciones transcurren sin coherencia a lo largo del metraje, y esto unido a importantes agujeros en la trama hacen que el espectador se sienta realmente confuso.
Flaco favor hacen a la cinta los actores, que ofrecen unas interpretaciones dignas de organismos unicelulares. Aparte del mencionado Olyphant, que resulta infumable como protagonista, tenemos a un Dougray Scott que parece no saber muy bien que hace metido en esta película. Si a semejante panorama añadimos además unos villanos de chiste interpretados por gente a la que no conocen ni en su casa, el resultado sólo puede ser un completo desastre. Al menos, la presencia de Olga Kurylenko (que no su interpretación) consigue que nos olvidemos durante breves momentos de que estamos viendo una completa basura.
Y como era de esperar en este tipo de filmes, el plato fuerte son las escenas de acción. En Hitman tenemos tiroteos, persecuciones, duelos a cuchillo e incluso alguna escena con helicóptero, todas ellas muy bien coreografiadas. Este compendio de escenas violentas y generosas en hemoglobina constituyen lo único salvable de una película floja, floja, floja.
En fin, es una pena. La saga de videojuegos de Eidos merecía un mejor tratamiento cinematográfico. Al menos queda el consuelo de que la fría acogida por parte del público yankie imposibilita con casi total seguridad una secuela. Recemos por que así sea...
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